La Responsabilidad Social Corporativa empieza por el que se sienta a tu lado.
- Jose María Peláez Marqués Profesor de Habilidades
- 2 may 2014
- 4 Min. de lectura

El concepto de Responsabilidad Social Corporativa y, lo que es más importante, su aplicación práctica mejora constantemente. Afortunadamente estamos pasando de un lavado de imagen para compensar las alcantarillas de las empresas, a una asunción realista y práctica de lo que las empresas pueden hacer para mejorar la sociedad.
Algunas empresas españolas como el BBVA y Ferrovial han dado un paso más allá al considerar que sus propios empleados son también parte de esa sociedad que deben mejorar. Así, incluyen la satisfacción de sus empleados en las políticas de RSC como un activo de su Balance Social. Puestos a medir el impacto social de una empresa, parece lógico comenzar por los que primero reciben ese impacto: sus propios empleados. Es bueno que las empresas inviertan en el bienestar de comunidades indígenas en el Amazonas pero también deben preocuparse por el de sus empleados que están más cerca.
Como escribía en mi primer blog sobre los vertidos tóxicos de las empresas, la tristeza, la ansiedad o la agresividad que algunas empresas generan en sus empleados son una contaminación para la sociedad que puede ser mucho más dañina que las luces sin apagar, los folios impresos en vano, chimeneas humeantes y aguas residuales.
Si esta concepción global de la Responsabilidad, con mayúsculas, se extiende y las empresas se la toman en serio, habremos dado un paso decisivo en la Dirección de RRHH. Saltaremos del HR 2.0 al 10.0 de golpe. Bastará con ese balance social real e integrador y no serán necesarios tantos sellos que en ocasiones suenan a cruel ironía. Algunas empresas que tiene el sello de Best Place to Work, a juicio de sus empleados deberían añadir al título “…in case you don´t have any other alternative”. Otras que tienen el de Top Employer, para sus empleados, Top se debería traducir por topo, ya que solo seres ciegos que no vean lo que pasa fuera de su madriguera pueden aceptar que esa compañía sea un modelo de trato a los empleados.
He escrito varias veces que las empresas no tienen alma, no existen, solo existen realmente las personas que las forman. Las empresas no son lo que dicen sus sellos o su Misión en la web, sino lo que cada día son y hacen sus empleados. Por eso no basta con crear un departamento de RSC y publicarlo en la web o en el informe anual con fotos muy humanitarias, cada uno tenemos que vivirlo en nuestro día a día siendo mucho más humanos.
Una vez más no me quiero quedar en un artículo de tertuliano de radio o de columnista mosqueado. No me quedo en “hay que ver que mal esta todo”. Os propongo lo que escribo en el título. Comencemos a cambiar la personalidad de nuestras empresas asumiendo nuestra responsabilidad social en la felicidad del que tenemos al lado. Tal vez no podamos cambiar al cb de nuestro jefe pero si podemos cambiar el mal ambiente que genera introduciendo, por ejemplo, nuestro espíritu positivo y de servicio a los demás. Venciendo el mal con abundancia de bien, según conocida frase que usa la Universidad Francisco de Vitoria como lema.
Os propongo algunas prácticas elementales y os animo a contribuir con vuestras ideas:
Si te preguntan qué tal estás di siempre que estás bien. Hay algunas personas que no paran de contarnos lo mala que es la empresa, sus jefes, los otros departamentos… Aunque fuera verdad y lo estemos pasando mal por el trabajo no solucionamos nada amargando a los demás con nuestra negatividad. Corremos además el riesgo de dar ideas al vecino para amargarse en vano. Dejemos eso para los que realmente nos quieren y nos pueden ayudar.
Si te mandan un correo a mala leche responde al día siguiente y solo al que lo manda. Hay terroristas del e-mail. Como todo es a distancia, les parece un buen medio para molestar a los demás. Además, como arma de destrucción masiva es estupenda, porque el afectado se rebota y responde poniendo en copia a más gente, creando así una onda expansiva de encabronamiento que llega hasta la alta Dirección. La única forma de que dejen de hacerlo es que no haya la reacción que esperan. No respondas en caliente o mejor, no respondas nunca.
Iba a añadir que no aburras al compañero contándole tus vacaciones pero algunos me han dicho que soy un antipático por meterme con los que te cuentan su vida en el trabajo. Creo que con estas tres ideas ya se os ocurrirán muchas más.
No te lleves tu ansiedad, ni tu trabajo, a casa. Admito que la pregunta “¿Qué tal en el trabajo, cariño?” es parte de la rutina de vuelta a casa. No conviertas también en rutina la respuesta y mucho menos esa en la que dices lo malísimas personas que son tus compañeros y lo aburrido que es tu trabajo. Así estas contagiando también tu casa de mal rollo, déjalo en el trabajo, como el material de oficina.
Iba a añadir que no aburras al compañero contándole tus vacaciones pero algunos me han dicho que soy un antipático por meterme con los que te cuentan su vida en el trabajo. Creo que con estas tres ideas ya se os ocurrirán muchas más.
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